Que estalle lo que quiera. Mi estirpe, aunque sea baja, yo quiero llegar a conocerla…..”
Esta frase, de la obra Edipo Rey del filósofo y escritor griego Sófocles, resume de manera magistral lo que la inmensa mayoría de los niños adoptados desean saber, incluso aunque sea doloroso: su origen. De dónde vienen, quienes fueron sus padres, especialmente su madre, por qué no se pudieron ocupar de ellos, qué hacen ahora. La mayoría de los adultos que fueron adoptados reconocen sentir en algún momento de sus vidas, incluso siendo ya adultos o cuando se convierten en padres, especialmente ellas, cuáles fueron esos orígenes.
Hasta hace casi treinta años ese derecho a saber no estaba reconocido en ninguna parte. Fue en la Convención de Derechos del niño el 20 de noviembre de 1989 cuando se reconoció de manera oficial que todos los niños tenían derecho a saber quiénes fueron sus padres biológicos. Sin embargo y a pesar de dicha convención, todavía cuesta que se apliquen dichos derechos. Así lo piensa Beatriz Benéitez Pérez, abogada y mediadora, especialista en menores y adoptada. “Como se suele decir, ¡el papel lo aguanta todo!, y dicho papel recoge “algo ideal que, por desgracia, con demasiada frecuencia, no se llega a cumplir porque el mundo real se aleja y mucho del ideal, y más cuando se refiere a los niños.
“No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada”
En la CDN se recoge entre muchos derechos el derecho a tener una identidad o lo que es lo mismo el derecho a saber de dónde venimos: El niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos.
Los Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas.
Pero no siempre ley realidad van de la mano y la realidad –explica Benéitez- nos demuestra que este derecho es de difícil o imposible aplicación a los niños adoptados, ya que la adopción implica la ruptura de los lazos o vínculos legales con la familia de origen, incluida la pérdida de la identidad biológica u originaria, ya que al ser adoptado se impone una nueva identidad legal y definitiva.
“No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada”
¿Existe un derecho a saber y buscar los orígenes?
La respuesta es dispar porque existen situaciones totalmente opuestas según el país y el momento, de forma que actualmente hay países en los que sí es un derecho y hay países en los que no lo es. En concreto en España desde hace 10 años con la Ley 54/2007 de Adopción Internacional del 28/12/2007 el conocimiento de los orígenes de las personas adoptadas sí es un derecho, tras la entrada en vigor de esta ley y la modificación que como consecuencia de la misma se produjo en el Código Civil, esto es lo que dice en el artículo 180. 5: «Las personas adoptadas, alcanzada la mayoría de edad o durante su minoría de edad representadas por sus padres, tendrán derecho a conocer los datos sobre sus orígenes biológicos. Las Entidades Públicas españolas de protección de menores, previa notificación a las personas afectadas, prestarán a través de sus servicios especializados el asesoramiento y la ayuda que precisen los solicitantes para hacer efectivo este derecho».
En España desapareció en 1999 el derecho al llamado “parto anónimo” que permitía a la mujer dar a luz sin dejar sus datos de identificación y dejando en consecuencia a los hijos sin filiación conocida, y en una situación de identidad comprometida y difícil o imposible de asumir, aceptar y entender.
La abogada, que es adoptada, no tiene ninguna duda de la certera que fue esta ley porque “limita mucho, a veces definitivamente, el derecho a saber de dónde venimos y créanme cuando digo que no saber de dónde venimos duele mucho tanto que hay personas que no lo soportan y que ante la incertidumbre llenan los vacíos con fantasías o incluso con mentiras que durante algún tiempo pueden resultar aceptables, pero que en muchas ocasiones se vuelven aún más dolorosas que la realidad de no saber y no tener opción de hacerlo, porque el sentimiento de no saber de donde vienes puede acabar con la esperanza de saber a qué lugar quieres llegar”.
“No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada”
Aunque en España sí existe el derecho a saber de dónde vienen los niños adoptados, que llegarán a a ser jóvenes y adultos que pueden decidir si quieren o no buscar, lamentablemente todavía no se trata de un derecho absoluto, reconocido internacionalmente y con la categoría de un derecho fundamental como los recogidos en la Constitución Española, “de forma que como convencionalismo humano que es el derecho lo que hoy sí es un derecho más adelante puede dejar de serlo”, explica. Por eso insisto –recalca- en que antes que un derecho es una necesidad humana que debe ser atendida desde una perspectiva amplia y, multidisciplinar más allá del plano meramente jurídico.
La herida primal
El dolor que supone no saber de dónde venimos es común a todas las personas que desconocen su origen biológico, unos como consecuencia de la adopción, otros como consecuencia de la ovodonación o la donación de esperma, o la adopción de embriones, en definitiva personas que no comparten en todo o en parte el ADN con sus padres y/o madres, porque en su concepción ha intervenido el material genético de otras personas o porque para su gestación y nacimiento haya intervenido una mujer diferente.
Si en España ya hace muchos años el parto anónimo fue declarado inconstitucional, “más tarde o más temprano el anonimato en las donaciones de gametos también deberá correr la misma suerte de forma que todas las personas con independencia de las circunstancias de su concepción, gestación y nacimiento puedan disfrutar del derecho a tener una identidad tal y como prevé la Convención de Derechos del Niño.
“No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada”
En concreto –explica la experta –“creo que la ovononación y la donación de esperma deben ser con identificación de las y los donantes, que debe haber un registro confidencial pero público, es decir, estoy en contra del anonimato en las donaciones de células reproductoras porque perjudica a la persona que va a ser concebida con ellas, que va a ver coartado su derecho a la identidad…. y en consecuencia puede ver dañado su desarrollo integral, tal y como le pasa a muchos adoptados que no soportan y no superan la incertidumbre de no saber de dónde vienen”.
Beatriz Benéitez está a favor de la confidencialidad y en contra del anonimato, ya sea en adopción de niños, de embriones o de células: “todas las personas tanto si compartimos ADN con nuestros padres, como si no lo compartimos al 50% o al 100%, tenemos derecho a la identidad, a saber de dónde venimos….para saber a dónde queremos ir”.
El anonimato en adopción y en donación perjudica a los niños/jovenes/adultos….y cada día me pregunto a quién beneficia: a los adultos, sólo a los adultos tanto a los que quieren tapar la realidad de no poder engendrar o gestar o parir como a los que entregan, abandonan o pierden a sus hijos y a los que venden sus células reproductivas….porque en cualquier caso es intentar «engañar» a la naturaleza y se nos olvida que esta es siempre más poderosa que nuestros planes, trucos o engaños y se cobra la factura.
“No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada”
Gestación subrogada
En este tema la opinión de la abogada y mediadora no contempla las medias tintas y se muestra enérgica y firme: “Me pregunto por qué está siempre en el debate el derecho de los adultos y jamás se habla del de los bebés que algún día serán adultos. ¿Alguien se pregunta el perjuicio que supone para una criatura mamífera el ser «fabricada por encargo» para satisfacer los deseos de unos adultos sin tener en cuenta las necesidades y derechos del niño que va a nacer y va a ser inmediatamente separado de su madre gestante tanto si comparte ADN con ella como si no lo comparte?
Para la abogada la gestación subrogada “es un abuso y un maltrato tanto para la criatura como para la mujer, porque sin duda deja huella en el subconsciente de la persona concebida gestada y parida y puede que más adelante le pase factura….y a sus padres cuando tengan que explicar cómo le «encargaron», cuando tengan que contestar a las preguntas sobre «de dónde vengo» y le expliquen y esa persona pueda sentir que lo compraron….del mismo modo que los adoptados suelen sentir que los abandonaron. Y también me parece un abuso y un maltrato hacia las mujeres tanto las que lo hacen como esclavas como las que lo hacen voluntaria y altruistamente, porque una vez más es intervenir e interferir en un proceso natural, que deja huella. Sólo pensar en la cantidad de hormonas que intervienen para que todo funcione y el efecto que tienen sobre nosotras…provoca escalofríos.
Benéitez reconoce que no es políticamente correcta: “conozco el daño del anonimato en adopción y en «donación», de las fantasías y las mentiras que se montan a su alrededor para tapar la verdad y lo que tenemos que luchar los adoptados para ejercer nuestro derecho a saber de dónde venimos….y la pena que nos produce que las personas concebidas con «gametos donados» aún no tengan ni siquiera reconocido ese derecho, porque nadie se ha planteado la necesidad ni la conveniencia”.
No todo vale con tal de tener un hijos, se puede vivir sin hijos, pero no se puede vivir sin padres, no existe el derecho a reproducirse ni es una obligación ser padres, pero sí existe el derecho a crecer y vivir en familia….aunque no sea la de origen, remata.
Leer artículo completo en La Razón: “No saber de dónde vienes duele tanto que el hueco que deja en el alma no se llena con nada” . 29 diciembre 2017