Montse adoptó a Oleg en Rusia cuando tenía casi tres años. A los 15 días de llegar, la familia detectó que algo no iba bien. “Las rabietas eran descomunales y Enric [el padre] le veía la cabeza pequeña”, resume Montse. La pediatra los derivó al especialista y el neurólogo fue tajante: “Tiene síndrome de alcoholismo fetal (SAF)”, vinculado al consumo de alcohol durante la gestación. Los síntomas de Oleg son daño cerebral, microcefalia, apertura de los ojos más pequeña, impulsividad… Su caso no es el único: el hospital Vall d’Hebron atiende a más de un centenar de personas, la mayoría procedentes de países del Este. Ante el cúmulo de casos, la Generalitat cualifica la prevalencia de esta patología en niños adoptados de Rusia y Ucrania.
Tomar bebidas alcohólicas durante el embarazo puede generar alteraciones neurológicas y físicas en el feto. Se trata de un paraguas de dolencias conocidas como Trastornos de Espectro Alcohólico Fetal (TEAF). El Síndrome de Alcoholismo Fetal (SAF) es el más grave y presenta rasgos físicos y neurológicos muy marcados, pero hay otros trastornos vinculados inapreciables a simple vista.
Los niños pueden nacer o no con características físicas visibles —microcefalia, bajo peso y estatura, surco nasofacial (entre la nariz y el labio superior) liso, etcétera— pero el daño neurológico siempre está presente.
Los afectados desarrollan trastornos cognitivos y conductuales de diversa consideración: alteraciones en la memoria y la inteligencia, impulsividad, dificultades motoras o sociales… “Cognitivamente, son ingenuos, no manejan el pensamiento abstracto, no entienden las bromas ni los dobles sentidos y tienen problemas en las relaciones sociales”, explica la doctora Núria Gómez Barros, del servicio de psiquiatría de Vall d’Hebron.
Seguir leyendo ELPAIS. 26 Febrero 2016